Los modales con nosotros mismos

Es natural tener la tendencia a querer ser cada vez mejor, y esto se extiende a cualquier aspecto. Tenemos cualidades y defectos y también vacíos por llenar, y mientras estemos vivos, así permanece. A medida que pasan los años, la mente y el cuerpo sufren un desgaste natural que empieza a mostrar sus efectos. Nos cansamos más, aumenta la sensibilidad de la piel y los sentimientos, dormimos menos, y todo lo que sucede empieza a mostrarse en nuestra imagen personal. La piel y su apariencia, reflejan el cuidado o descuido sin tregua. Lo mismo ocurre con el cuerpo y sus posiciones y movimientos.

Llega la oportunidad para darle relevancia a la parte interior, trabajar para vivir en paz consigo mismo, acomodarse a la idea del paso de los años y quitarse los títulos negativos que se le imprime a la jubilación, la tercera edad y la vejez. Lo que se adquiere mental y espiritualmente con el paso del tiempo, es la valiosa experiencia que hace que en los países asiáticos se le de protagonismo y se mire con respeto. La decisión de permanecer activo espiritual, mental y físicamente, es personal.

Todo esto hace que cada día tengamos que querernos más, debamos aprender a cuidarnos con cariño y tengamos que dedicar más tiempo a nuestro arreglo personal. A casi todos les ocurre el que el sistema digestivo se convierta en más exigente, o inclusive, refinado. Rechaza lo que antes disfrutaba, sí se descuida, protesta y lo expresa por cambios incómodos que se traducen en malestares.

La tolerancia al alcohol disminuye, acompañada del deseo a consumirlo. Sí se le da importancia a esto, se hace presente el aprecio a situaciones sencillas, como puede ser el comer, el bañarse o el caminar. Es como sí la vida se empezara a apreciar en una nueva sintonía. Impera el aquí y el ahora, lo trivial adquiere protagonismo, y aceptar que lo que antes lo tenía, desaparezca.

Lo esencial es valorarse, cuidarse y aunque suene cansado, vale la pena vivir cada momento como lo que es, único e irrepetible. La vida es como el río, jamás retrocede.

DIANA NEIRA